Salgo de la habitación, agitado, emocionado y expectante. Tenerla de vuelta en casa, cambia todas mis perspectivas. Sé que va a ser difícil ganarme su confianza después de lo que pasó, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea para conseguir su perdón. Sin embargo, hay alguien que parece empeñado en arruinar mis planes.
Abro la puerta de mi oficina de forma brusca.
―¿Puedo saber en qué demonios estabas pensando?
Rory está sentado en mi silla, con las piernas encaramadas sobre mi escritorio, una cruzada sobre la otra. Se saca el cigarrillo de la boca y lo aplasta en el cenicero.
―¿A qué viene tanto drama?
Comenta con fastidio. Me acerco a él, rodeo el escritorio y, de un tirón, lo levanto de la silla.
―¿Secuestrarla? ¡Qué carajo, Rory!
Una sonrisa cínica tira de su boca.
―Me pediste que la trajera ―aparta mis dedos de las solapas de su chaqueta, pasa por mi lado y se dirige al bar―. Así que cumplí tus deseos. ¿No me vas a agradecer el favor que te hice?
Me paso las manos por la cara en se