El viento era distinto.
Soplaba desde el altar con una fuerza contenida, como si el mundo supiera que algo estaba a punto de romperse. Oriana permanecía en silencio, sentada frente a las runas brillantes, sintiendo el pulso de la piedra atravesarle la piel.
La marca en su cuello –el collar incompleto– ardía como fuego líquido.
—¿Qué más necesitas de mí? —murmuró, su voz apenas un suspiro.
El altar no respondió. Solo retumbó en lo profundo de la tierra, como si lo que exigía no pudiera expresarse con palabras. Gabriel se mantenía a unos pasos detrás, tenso, como si temiera que si se acercaba demasiado… también él sería consumido.
—¿Es este el lugar donde vas a decidirlo todo? —preguntó, su voz cargada de incertidumbre.
Oriana asintió sin mirarlo.
—Aquí… o nunca.
Muy lejos de allí, "Ella" observaba el mismo cielo. La oscuridad que antes respondía a su voluntad ahora se movía como un animal indomable. El vínculo se estaba debilitando. Lo sabía.
Y no solo por Ethan.
—Me están abandonando