El altar de piedra vibraba bajo sus manos. Ethan sentía su corazón latir con fuerza, cada golpe una advertencia, un eco de algo que estaba a punto de cambiar.
Las sombras a su alrededor murmuraban, retorciéndose como criaturas hambrientas en la penumbra. Eran antiguas, despiadadas, y ahora lo estaban llamando.
Frente a él, una silueta formada de sobras se mantenía firme, su cabello flotando como si la oscuridad misma lo sostuviera. Su rostro estaba parcialmente oculto, pero sus labios curvados en una leve sonrisa lo decían todo.
—La elección no es difícil, Ethan. —Su voz era un susurro seductor, pero detrás de su tono había algo más. Algo roto. Algo que suplicaba.
Ethan tragó saliva.
—¿Por qué yo?
Las sombras se estremecieron.
—Porque la oscuridad necesita un nuevo heraldo. — La figura inclinó la cabeza, observándolo con detenimiento—. Tú has sufrido, ¿no es cierto? Has vivido en la sombra de los demás, esperando ser visto.
Ethan apretó los puños.
Era cierto.
Siempre había sido el seg