19. ¿Beso?

Tragué saliva con ligereza, sintiendo el toque de Caleb en mi cadera —un gesto que siempre había sido familiar entre nosotros—, pero en ese momento se sentía completamente prohibido.

Pude ver a Brian sonreír.

Pero no era una de sus irónicas sonrisas; no, era una de esas que decían: “estoy sonriendo de manera elegante para no romperte la mandíbula.”

En silencio, dejó la otra bolsa que tenía. No en su mano. No como un gesto casual. La dejó con precisión quirúrgica, como si estuviera marcando territorio.

—Yo usualmente no tiendo a dar explicación de quién soy —dijo con una calma peligrosa—. Pues soy extremadamente conocido.

No parpadeó. Dio un paso hacia nosotros. Luego otro.

Su presencia no pedía respeto. Lo imponía.

El silencio que se sembró entre los tres era denso, venenoso. Como si el primero que hablara… muriera.

Caleb mantuvo su calma. Mostró una sonrisa paciente, tan ligera que casi parecía artificial. Estaba intentando aligerar el ambiente como quien lanza una linterna en medio
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