CAPÍTULO 45
DANIELA
Han pasado varios días desde aquella noche de deseo que tuvimos. Desde entonces, he estado evitándolo, porque si no, sería capaz de perdonarlo, y no, no le pondré las cosas fáciles, aunque por dentro me esté muriendo por estar de nuevo entre sus brazos. Cada día, al regresar de correr, me encuentro con rosas rojas y blancas con su tarjeta en mi recámara. Los fines de semana me despierta con el desayuno en la cama, acompañado de una rosa y su nota.
Estos días me he sentido débil, con el cuerpo cortado. Esta mañana apenas me levanté para desayunar e ir al trabajo. Tenemos mucho trabajo, gracias a Dios.
Ahora estoy en mi cama, siento frío y dolor en todo el cuerpo. Mi cuerpo tiembla. Escucho que alguien entra.
—Danielita —su voz me llama, pero apenas puedo responder. Mi voz no sale.
Toca mi frente.
—Mi vida, estás ardiendo en fiebre.
Me destapa.
—Tengo frío —balbuceo. Mi cuerpo tirita.
—Tranquila, mi vida —siento cómo se mete conmigo a la cama y me envuelve en sus braz