Capítulo 36: Terminar.

El lugar apestaba a óxido, sudor y desesperación. Alexander se acercó con paso lento, pero su mirada helaba el aire entre ellos. El mercenario, aún atado a la vieja silla de hierro, respiraba con dificultad. La herida en su ceja sangraba con lentitud, goteando sobre el suelo polvoriento del almacén abandonado.

— Repite eso — exigió Alexander con voz contenida, aunque por dentro ardía.

El mercenario intentó reír, pero solo emitió un jadeo áspero.

— Te dije lo que sé... no vi su cara. Solo fue un encargo. Nombre, lugar, hora. Me pagaron... bien.

Alexander se acercó, invadiendo su espacio personal. Los ojos del empresario ardían con furia contenida.

— ¿Quién te lo encargó?

— Ya te dije... — el mercenario escupió sangre — no lo sé. La llamada fue por línea encriptada. Voz distorsionada. Dinero en una cuenta sin nombre. Solo sabía que tenía que hacer que un accidente ocurriera en ese cruce. Que una tal Elena debía estar allí...

Alexander lo tomó por el cuello de la camisa y lo levantó apen
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