El regreso a la mansión Eastwood fue una decisión natural para Mia y Eugenio.
Sus padres los habían llamado, insistiendo en que debían estar juntos en este momento de sus vidas.
Paz, con su amor incondicional, deseaba ayudar a sus hijas a cuidar a sus nietas en sus primeros días para ser una ayuda para ellas, y Mia no dudó ni un segundo. Tener a su madre a su lado le daba seguridad, un refugio en la incertidumbre de ser madre primeriza… y de gemelos.
Tan pronto como llegaron, las cunas ya estaban listas en la habitación de Mia, preparadas con un esmero casi sagrado. La casa olía a madera pulida y a lavanda, y en cada rincón se respiraba la ilusión de la familia por la llegada de los nuevos miembros.
Los meses pasaron como un parpadeo, y pronto llegó el día del parto de Vivian. La noticia de que habían decidido adelantarlo una semana había sacudido a todos, pero era necesario.
Su presión arterial se había elevado peligrosamente y no podían correr riesgos.
El miedo se extendió como una s