Varios meses después.
Paz se encontraba frente al espejo, observando su reflejo.
El vestido de novia era sencillo, de tela ligera, ideal para la ceremonia en la playa, pero su corazón latía con fuerza.
No podía evitar sonreír al verse; se sentía radiante, como si estuviera comenzando una nueva vida.
Sin embargo, algo en su interior no dejaba de pulsar con una mezcla de emociones.
Recordó su primera boda, aquella en la que se sentía atrapada en un torbellino de inseguridades y miedos.
Todo lo que tenía entonces era un amor inmaduro, tan lleno de sacrificios que se sentían más como cadenas que como una verdadera expresión de cariño.
Ahora, mirándose al espejo, sentía que por fin estaba eligiendo lo que quería para sí misma, sin ataduras, sin dudas.
La puerta se abrió y Amelia entró en la habitación, su mirada fija en Paz. La mujer dejó escapar un suspiro de admiración.
—¡Eres tan hermosa, hija! —exclamó, acercándose rápidamente para abrazarla con fuerza.
Paz la abrazó de vuelta, sintiend