El sol del amanecer se filtraba entre los pinos como lanzas de oro líquido, tiñendo el claro central del Consejo Supremo con un resplandor que prometía un día de pruebas y tensiones. La tercera ronda se avecinaba, pero antes de que las manadas se reunieran en el anfiteatro, el aire ya vibraba con murmullos. La victoria compartida de la Manada del Norte y Fuego Eterno en la ronda anterior había elevado sus puntos, un empate que encendía envidias. Valle Rojo, acechaba en el quinto lugar, y su alfa, Damián, no era de los que se conformaban con migajas.
Lucía caminaba hacia el campo de desayuno común, flanqueada por Dylan y Thalia. Su cuerpo aún llevaba ecos de la noche anterior: el ungüento de hoja de luna había curado por completo las quemaduras de Jacob, pero el recuerdo de sus manos posesivas en su trasero la hacía sonreír en secreto. Jacob la esperaba en una mesa apartada, su figura imponente destacando entre los lobos. Sus ojos dorados se clavaron en ella de inmediato, un brillo de