JORDÁN
El mundo se abrió en dos.
Comenzó como un leve temblor… y luego el suelo bajo mis rodillas se partió, y el bosque gritó.
Una luz plateada brotó de las grietas como fuego líquido. Todos los lobos a mi alrededor aullaron de dolor, sujetándose la cabeza como si la propia luna estuviera arañando sus cráneos. El vínculo —nuestro vínculo— ardió con fuerza, y luego se volvió aterradoramente frío.
—¡Dafne!
Grité su nombre hasta que la garganta me sangró, hasta que el bosque me lo devolvió como un eco moribundo.
Pero ella no respondió.
Podía sentirla —débil, parpadeante, deslizándose cada vez más hacia la oscuridad. Cada instinto en mí, cada hilo de mi ser, gritaba que debía ir tras ella. Pero ¿cómo se persigue a alguien que ya está más allá de este mundo?
Teo tropezó hacia mí, con los ojos desorbitados.
—Alfa… ¿qué está pasando? ¡La manada… todos están cayendo!
Apenas podía oírlo. Mi pulso era un trueno en mis oídos.
—Ella sigue ahí dentro —jadeé—. Está luchando.
—¡Entonces tr