DAFNE
La oscuridad ya no me asustaba.
Antes solía devorarme por completo—fría, infinita, susurrando cada nombre que alguna vez me habían llamado. Omega. Escoria. Reproductora.
Pero esta vez, era diferente. Las sombras se inclinaron.
Sentí el suelo bajo mis pies vibrar con energía, como el latido del propio mundo. Mis pulmones se llenaron de un aire espeso y plateado, y cuando abrí los ojos, ya no estaba en el territorio de la manada.
Me encontraba en una vasta extensión de neblina luminosa, con la luna colgando increíblemente cerca sobre mí, inundándolo todo con una luz pálida y divina.
Por un instante, no pude respirar.
Entonces oí su voz.
—Dafne Knight —resonó suavemente, melódica pero imponente—. Has vuelto a casa.
Mis piernas temblaron. —¿Casa? ¿Dónde estoy?
De la niebla emergió una figura—alta, majestuosa, envuelta en hilos de luz lunar. Su cabello brillaba como plata líquida, y sus ojos… sus ojos reflejaban la misma luz que solía perseguirme en sueños.
La Madr