JORDAN
El vínculo gritó dentro de mí como fuego bajo mi piel. Por primera vez en lo que pareció una eternidad, pude sentir su corazón — débil, tembloroso… pero real. Dafne.
Estaba viva.
Mis rodillas casi cedieron cuando ese pulso golpeó en mi pecho. La tormenta sobre mí se quebró con una luz violenta, el olor a sangre, humo y magia llenando el aire. Mi lobo, Draco, gruñó en lo profundo de mi ser, inquieto, medio salvaje con la misma desesperada esperanza que me arañaba la garganta.
—Está respirando.
—Nos está llamando.
Su voz resonó en mi mente, salvaje y temblorosa. Cerré los puños, sintiendo el polvo plateado del suelo roto cortarme las palmas. Cada nervio de mi cuerpo ardía con furia y necesidad.
—Voy por ti —murmuré al rugido del viento—. Nadie te arrebata de mí otra vez.
Las ruinas ardían a mi alrededor — restos del hechizo de Eleonora, antiguos símbolos que aún brillaban débilmente bajo la ceniza. El hedor de hierbas quemadas y carne chamuscada llenó mis pulmones mientras a