DAFNÉ
El suelo tembló bajo mis pies mientras la risa de la bruja resonaba en el aire lleno de humo. Su capa carmesí giraba como fuego, y sus ojos brillaban con el mismo tono rojo que atormentaba mis pesadillas. El viento aullaba a nuestro alrededor, trayendo consigo el hedor de la descomposición y la magia quemada.
JORDÁN estaba a unos metros, su aura de lobo irradiando poder, las garras medio formadas. La sangre le surcaba el rostro, pero su mirada —esos ojos grises como la tormenta— nunca se apartaron de mí. Podía sentir su súplica silenciosa a través del vínculo de compañeros: No pierdas el control, Dafné.
Pero la presencia de la bruja… despertaba algo dentro de mí. Un recuerdo —o tal vez una maldición.
—Así que —se burló ella, su voz deslizándose entre el caos—, la pequeña Loba Dotada ha encontrado su fuerza. Dime, niña, ¿acaso sabes de quién llevas la sangre?
Gruñí, con la energía chispeando a mi alrededor. —Te arrepentirás de tocarme, o de tocar a cualquiera en esta manada.
Su