PERSPECTIVA DEL AUTOR
La manada de la Luna Roja nunca había estado tan silenciosa.
La noche después de que cayó la luna de sangre, el propio aire parecía contener la respiración. Los lobos que antes aullaban al unísono ahora yacían inquietos en sus guaridas. El viento llevaba susurros — no palabras, sino fragmentos de miedo — que resonaban por el bosque como advertencias que nadie se atrevía a pronunciar.
Dentro de la cámara del consejo de la manada, los ancianos se habían reunido nuevamente. El aire estaba cargado de incienso y preocupación. Las velas ardían bajas, su luz temblando contra las paredes de piedra talladas con generaciones de historia de los Alfa. Hasta esta noche, el emblema de la Luna Roja siempre había simbolizado fuerza. Ahora parecía una maldición.
La señora Dorothy se mantenía en el centro, sus viejas manos firmemente entrelazadas sobre el bastón frente a ella. Su rostro, aunque severo, reflejaba el cansancio de quien sabe demasiado.
—No está estable —dijo el ancia