DAFNÉ
Desperté con un grito que no era mío.
El sonido resonó en mi cráneo, vibrando a través de mis huesos. Mi pecho ardía como si alguien hubiera vertido fuego fundido dentro de mí. Jadeé buscando aire, llevándome una mano al corazón: latía demasiado rápido, demasiado fuerte… y no solo el mío. Había otro pulso mezclado con el mío.
El de Jordán.
—Jordán —susurré, con la voz ronca.
Las velas de mi habitación parpadearon con violencia y luego se extinguieron, dejándome en una oscuridad asfixiante. La única luz era el tono rojo que se filtraba por la ventana: la luna de sangre.
No. No, esto no era posible. La luna de sangre era un presagio —una marca de ruina en las viejas profecías. Mi madre solía hablarme de ella cuando era niña. Decía que era cuando el mundo de los vivos y el de los malditos se superponían. Cuando el amor y la muerte se volvían la misma cosa.
Mis manos temblaron mientras me incorporaba de la cama.
—Jordán… por favor, no te pierdas —supliqué—. No ahora.
Entonces, los g