Nicolás dio positivo en las pruebas que le hicieron para donarle sangre a Helena. Después de terminar el procedimiento, regresó a la sala de espera y vio que Maikol y su madre estaban ahí.
El joven se acercó a su jefe, con el ceño fruncido producto de la preocupación.
—¡Nicolás! ¿Qué demonios pasó? Vi a la madre de Helena llorando y supuse que le pasó algo… —preguntó, con las cejas hundidas.
—Alguien hirió a Helena y es muy probable que se trate de un plan de Diana —comentó, frustrado—. ¿Qué hacen ustedes aquí?
—Le estaban haciendo un chequeo a mi madre y vi a Paul y a Sarai juntos, me pareció extraño así que le pregunté… —informó, un poco tenso por la situación.
—Ya veo.
Maikol estaba igual de preocupado por Helena. La angustia se le notaba en el rostro. Era su confidente, su cómplice, su refugio en los días difíciles.
Imaginarla en una situación tan delicada lo desarmaba. Sentía que el mundo se le encogía, que no podía hacer nada útil, y eso lo desesperaba.
Porque cuando