El guardaespaldas de Diana estaba tenso. Era la primera vez que le disparaba a una persona inocente. Lo hizo por dinero, y estaba arrepentido.
Fue directo a la empresa de Atelier para notificarle a su jefa que el trabajo se había complicado un poco. El plan inicial no era dispararle a Helena en el estómago.
Los nervios lo desviaron.
Tocó la puerta de la oficina de Gabriel.
—Ah…
Se escucharon gemidos desde adentro. A pesar de la incomodidad, no podía simplemente esperar a que esos dos terminaran su momento de pasión.
—Diana, soy Christopher. Tenemos que hablar urgentemente.
Ella se quejó del otro lado de la puerta. Tuvo que acomodarse la ropa para atenderlo.
—¿Me vas a dejar así? —inquirió Gabriel, frunciendo el ceño.
Tenía el miembro erecto.
—Cariño, será para la próxima.
Gabriel se subió el cierre del pantalón y suspiró, de mala gana.
Diana abrió la puerta con gesto impaciente, y al ver a Christopher, el fastidio se le dibujó en la cara como una sombra inevitable. No neces