Nicolás estaba en su oficina hablando con Paul, su asistente.
—Y por eso no podemos invertir en nuevos proyectos hasta saber de qué tratan —comentó Nicolás, cómodo en su silla.
—Cambiando de tema, ¿sabes algo sobre el novio de Karen? —inquirió Paul, eso lo tenía intrigado—. He escuchado varias veces a Helena hablar mal de él. Tengo curiosidad.
Para Nicolás fue sorpresivo que Paul, su amigo de toda la vida, estuviera mostrando interés por una mujer. Y eso que Karen llevaba tiempo en la empresa.
—Paul —lo llamó—. ¿Te interesa Karen? De forma romántica, digo.
El asistente negó rápidamente con la cabeza y se horrorizó.
—No —respondió—. Sólo me gusta el chisme.
En realidad, Paul nunca había sido fan de los chismes. Los evitaba como quien esquiva charcos en la acera: con elegancia y algo de fastidio. Pero lo que fuera que estaba pasando con Karen y su novio… eso era distinto.
No era curiosidad superficial. Era una necesidad casi involuntaria de entender. Había algo en la forma en q