Helena miraba su figura en el espejo de su sala. Pasó las manos por su cintura, era lo único que ella consideraba atractivo. Se preguntaba qué tipo de mujer le gustaba a Nicolás.
Estaba lista para su cita.
—Insisto, te ves preciosa como siempre. Últimamente has salido mucho con Nicolás —habló Sarai, mirándola con ternura—. ¿Cuándo piensas decirle lo que sientes?
—Gracias, mamá. Sabes cómo subirme el ánimo —rio—. Y no pienso decírselo jamás. A menos que note algún cambio en él. Nuestra amistad y nuestro contrato se pueden acabar si yo le digo que estoy enamorada y resulta que él no siente lo mismo. Prefiero no tomar riesgos.
Sarai inhaló hondo.
Su hija era muy temerosa en ese aspecto. Recordó que cuando se hizo novia de Gabriel, fue porque él se confesó primero.
—No siempre el hombre debe confesarse primero, cariño. Las mujeres también podemos hacerlo —comentó.
—Lo sé. Es sólo que… No estoy lista —Apretó los labios, apenada—. Tal vez más adelante.
Tocaron la puerta y resultó ser