Faltaban pocos días para la gala más esperada del mes. Nicolás, con el permiso del anfitrión, iba a presentar su nueva colección de ropa.
Él sería el único en hacer un desfile, se lo aprobaron porque llevaba meses sin traer algo nuevo.
Nicolás ya estaba listo para la reunión que tendría esa noche con su socia. Tocó la puerta de su vecina, acomodándose la corbata.
Sarai fue la que abrió.
—¡Nicolás! Que gusto volver a verte —lo saludó, dándole un espacio—. Entra, entra. Mi hija está terminando de arreglarse.
—Gracias por recibirme —respondió.
—Oh, no hay de qué. Hasta parece que tendrán una cita romántica —rio con picardía.
—Cena de negocios, mamá —Corrigió Helena, saliendo del baño.
Nicolás la miró… y algo en él se detuvo. Nunca antes había visto a Helena con un vestido así: corto, ceñido, como si cada costura supiera exactamente dónde posar.
El azul marino abrazaba su figura con descaro y, al mismo tiempo, resaltaba el verde de sus ojos como si hubieran sido diseñados para es