Vanessa estaba en la oficina de Nicolás, un poco apenada por haber invadido su espacio de trabajo, pero era importante hablar con él.
—Nicolás, tienes que acompañarme, por favor —pidió—. Helena quiere verte con urgencia.
Nicolás frunció el ceño y dejó de escribir en la computadora. El clic del teclado se detuvo, reemplazado por un silencio tenso.
Miró a Vanessa de reojo, sin girar del todo, como si no quisiera darle el poder de saber que la estaba observando.
—En primer lugar, toca la puerta antes de entrar, no vaya a ser que me encuentres en una situación incómoda como la otra vez —habló, con voz gruesa—. Y en segundo lugar, ¿por qué me manda a decir contigo que quiere verme?
Vanessa tensó la mandíbula, sabía que no sería fácil convencer a Nicolás de ir a la oficina de Helena, sin embargo, no se rendiría fácilmente.
«Vamos Vanessa, inventa algo, lo que sea. Ya Mario debe estar en su lugar…» pensó, mordiéndose el labio.
—B-bueno, está bastante ocupada y su celular se descarg