Helena lo empujó con todas sus fuerzas con el cuerpo tenso y el corazón desbocado.
—¡¿Qué te pasa?! —escupió, con la voz quebrada entre rabia y repulsión—. ¿Es que te has vuelto loco?
Se limpió la boca con el dorso de la mano, como si pudiera borrar el asco que le había dejado ese contacto no deseado.
Mario la había besado sin su consentimiento.
Él retrocedió un paso, sorprendido por la reacción, pero no dijo nada, sólo sonrió con malicia porque había logrado su objetivo.
—Helena, no puedo creer que le hayas hecho esto a Nicolás —habló Vanessa, negando con la cabeza—. ¿Dónde queda el respeto?
Helena recién se dio cuenta de que Nicolás estaba parado en la puerta con el rostro endurecido y los puños apretados. Sus ojos se abrieron, porque la encontró en un momento que podía malinterpretar.
Y Vanessa… ¿de verdad estaba poniendo a Nicolás en su contra?
—N-Nicolás, no es lo que tú piensas… —balbuceó, esperando que la escuchara—. Puedo explicarlo. ¡Él me besó a la fuerza! ¡Sin