Lyra estaba agachada junto a River, su cuerpo aún cubierto de sudor, la respiración irregular. Las heridas se cerraban despacio, pero el olor a plata aún impregnaba el aire, mezclado con la hierba amarga que ella acababa de frotar sobre las cicatrices.
—¿Va a estar bien? —susurró Lyra, más para sí que para las otras.
—Sí —respondió Colin, sentándose a un lado con un paño limpio—. La fiebre es reacción de la plata, pero su cuerpo está luchando. Es fuerte, nunca vi a un lycan resistir tanto, no a tanta plata…
River gimió bajito, el rostro contraído de dolor. Lyra le apretó la mano con fuerza, los ojos fijos en él.
—No me dejes… —murmuró él entre dientes temblorosos—. Lyra…
Ella se inclinó, apoyando la frente en la de él, los ojos llenos de lágrimas.
—Estoy aquí, no me voy a apartar de tu lado.
—Quiero protegerte… —susurró él, la voz entrecortada por la fiebre; no estaba consciente, no del todo—. Quiero quedarme contigo… para siempre…
Lyra sintió el corazón encogerse, sus palabras sonab