Capítulo 57

Echó una mirada alrededor antes de que ella terminara de hablar, una mirada que ella siguió de principio a fin y, cuando las pisadas fueron perfectamente audibles para ambos, corrieron al mismo tiempo hacia el pequeño armario que había en una esquina, disimulado con el color de las paredes. Fue ella quien lo abrió y fue también la primera en meterse dentro, entre los tres abrigos viejos que D’Ándalan había guardado allí. Shasta pareció dudar un instante, un instante infinito, antes de entrar y cerrar por fin, dejándolos a ambos sumidos en una oscuridad acogedora.

Amira concentró toda su atención en lo que sucedía fuera mientras sus ojos se adaptaban a la escasez de luz. Pasó muy poco antes de que los pasos se detuvieran y alguien, quien fuera que estaba allí, tocó la puerta. Dos golpes secos, lo suficientemente claros como para que, si había alguien dentro, los oyera. ¿Por qué alguien iría al segundo piso cuando el señor de la casa lo había prohibido? ¿Por qué tocaría la pue

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