CAPÍTULO 80. Amenazas y límites
CAPÍTULO 80. Amenazas y límites
El policía soltó un grito ronco, mezcla de dolor y rabia.
—¡¿Están locos?! —escupió, intentando imponerse, pero su voz sonó a chillido de agonía, porque si algo le sobraba a cedric era la mano pesada—. ¡¿No saben que soy policía?!
Rowan ni parpadeó. Solo le hizo un gesto a su amigo y en un movimiento rápido y calculado le volvió a tapar la boca con la palma, acercándose lo suficiente como para que el tipo entendiera que le importaba muy poco que fuera policía, presidente o arzobispo de Canterbury.
—Cállate —dijo con un susurro que no tenía nada de suave.
El hombre intentó forcejear, pero Cedric, sin la menor muestra de compasión, descargó otro golpe seco en su pierna con la llave inglesa. El sonido metálico, hueco, retumbó en el garaje como un eco siniestro, y el policía gritó contra la palma de la mano de Rowan, sin lograr nada más que un alarido atenuado. El olor a aceite y gasolina impregnaba el aire, y el chirrido de la moto al inclinarse todavía m