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CAPÍTULO 2. Mentiras y puñales

CAPÍTULO 2. Mentiras y puñales

El pasillo del hospital estaba en penumbra, iluminado apenas por la luz amarillenta de un par de lámparas de emergencia. Ulises caminaba de un lado a otro, con las manos metidas en los bolsillos y el ceño fruncido, mientras su madre, Aurora, lo observaba con esa mezcla de cansancio y dureza que solo dan los años y las preocupaciones.

—Mira, hijo —trató de disuadirlo la mujer con voz pausada, casi como si hablara para no alterar su propio pulso—. Esto de casarte con Raven fue un acuerdo entre tu abuelo y su abuela. Un acuerdo para mantener el apellido y la fortuna bien asegurados. Así lo dejó tu abuelo en su testamento y hay que cumplirlo te guste o no. ¡Y, siendo honestos, es una suerte que la muchacha se haya enamorado tanto de ti!

Ulises bufó, molesto, y se dejó caer en una silla al lado de la pared, mirando hacia el suelo.

—Si para ti eso es suerte, para mí fue una maldición —respondió con sarcasmo—. ¡Raven es la mujer más aburrida del mundo, sosa, mojigata! ¡Ni siquiera me la he podido follar! Tengo que fingir con ella todo el tiempo, actuar como si me importara, ¡y honestamente ya estoy hasta los huevos de tener que esconder a la mujer que sí me gusta por su culpa!

Aurora lo miró con cejas arqueadas, sin dejar que la ironía de su hijo la desanimara.

—¡Pues esa es la desventaja de no tener dinero! ¡No controlamos la fortuna familiar todavía, tu tío lo hace! —le escupió con tono venenoso—. Así que puedes estar muy enamorado pero no te puedes casar con otra. ¡Te tienes que casar con Raven Crown te guste o no!

El silencio en el pasillo era casi doloroso, y al otro lado de la puerta Raven no pudo evitar que las lágrimas corrieran por su rostro. Entonces solo era eso para Ulises, un acuerdo, una fortuna en capital.

—¿Y qué tal si aprovechamos esta… situación con su amnesia? —sugirió él, con los ojos brillando por la emoción de un plan que ya se estaba armando en su cabeza—. Si ella no recuerda nada, podemos manejarla a nuestro antojo.

Aurora suspiró incómoda, la preocupación era evidente en su rostro.

—No lo sé, Ulises. No confío en tus planes —le advirtió—. El maldito accidente debió pasar después de la boda, como estaba previsto. ¡No antes!

Ulises le lanzó una mirada que combinaba frustración.

—Eso ahora no importa —dijo con tono ácido—. Lo que importa es lidiar con lo que tenemos, y lo que tenemos es a una estúpida sin memoria a la que podemos usar o matar. ¿Tú qué eliges?

Aurora se quedó en silencio un instante, mirando hacia la puerta cerrada del cuarto donde supuestamente Raven reposaba. Entonces añadió en un susurro que casi pareció una condena:

—Si ella no recuperara la memoria sería más sencillo, pero si llega a acordarse del accidente…

—Entonces me ocuparé de ella. La gente se muere todos los días, ¿por qué ella no?

Raven, oculta detrás de la puerta entreabierta, sintió el regusto amargo del vómito subirle a la garganta mientras aquella certeza le golpeaba con toda la fuerza del mundo: Ulises quería matarla.

Las lágrimas comenzaron a brotar sin que pudiera detenerlas, y se agarró fuerte la manta, intentando contener un sollozo que temía la delataría.

—Raven Crown existe para que yo pueda cumplir mis objetivos —respondió Ulises, aunque su voz estaba cargada de una frialdad que helaba el alma—. Quizás esta situación es una oportunidad para ganar aún más dinero.

Aurora lo miró con escepticismo, pero él no estaba dispuesto a detenerse.

—Las familias acordaron un matrimonio —continuó, y sus palabras salieron rápidas y calculadoras—, pero en ningún lado del contrato dice que tenía que ser yo quien se casara con Raven.

—¿Y qué propones entonces? —preguntó Aurora, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Que casemos a Raven con otro —declaró Ulises con voz baja y firme—. Mientras ella no se acuerde de mí, podemos usarla.

—¿Y si se recupera y descubre el engaño, qué hacemos? ¿La matamos? —espetó Aurora con fastidio y su hijo negó.

—Raven me ama, ha estado loca por mí por años… —rio con cinismo—. Si recuerda todo, entonces también puedo hacerle recordar que me ama; pero mientras tanto, hay una forma mejor en la que podemos usar a la heredera de la familia Crown.

Y el resto del plan, fuera cual fuera, Raven no pudo escucharlo porque de repente se escucharon pasos acercándose por el pasillo, voces de extraños que hicieron a la muchacha volver a su cama antes de que alguien la descubriera detrás de aquella puerta.

Su cuerpo temblaba, pero no por el dolor físico; era el terror lo que la ahogaba; porque sabía que si daba un solo paso en falso, podría morir en ese hospital sin que nadie lo supiera. Lloraba en silencio, pero con cada lágrima que caía, se prometía a sí misma que no dejaría que la vencieran.

Poco después, la puerta se abrió de nuevo y entró Aurora, esta vez con una expresión completamente distinta, maternal, amorosa, exactamente como siempre había actuado antes con ella.

—Hola, cariño —dijo, sentándose en una silla junto a la cama—. No te preocupes, estás en buenas manos.

Raven, aunque con el corazón hecho trizas, fingió una expresión de confusión y vacío para seguirle aquel juego macabro.

—¿Quién… quién eres? —preguntó con voz débil.

La mujer sonrió y le tomó la mano con delicadeza.

—Soy Aurora, la hermana de tu prometido.

Raven la miró con ojos muy abiertos, unos que iban enfocándose cada vez más, y esta vez no tuvo que fingir la sorpresa.

—¿Prometido? ¿Cómo que… prometido? —balbuceó y la mujer frente a ella le hizo un gesto de confirmación inmediato.

—Sí querida, tu prometido se llama Rowan Harrelson —continuó, como quien cuenta una historia sencilla—. Él es mi hermano.

Raven cerró los ojos un instante y a su mente vino el recuerdo claro y punzante: Rowan Harrelson, el tío de Ulises, un hombre al que solo había visto en fotografías… Un hombre que había quedado tetrapléjico en un accidente hacía dos años… ¿Por qué Ulises y su madre querían casarla con él?

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