RECUERDOS.

Horas más tarde.

Por fin había llegado a la casa; al entrar, el primer rostro que vi fue el de Violeta; en sus facciones dejaba claras expresiones de que estaba preocupada, y al notar mi semblante, logró acentuar aún más su preocupación.

—¿Te ha ido bien, hijo mío? —Preguntó rápidamente.

—Realmente no… Eva se puso muy mal, hasta el punto de perder el conocimiento, traté de sostenerla, pero Ricardo no permitió que la auxiliara y lo entiendo. Violeta, yo no quería hacerle daño; daño le haría si me casara sin amarla.

—Adrián —musitó Violeta y se me acercó, posando la mano por mi cabello.

—No tienes por qué justificarte, tampoco sentirte mal; en el corazón no se manda y está muy claro que el tuyo ya ha escogido, así que trata de calmar

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