ANTESALAS AL CAMBIO.

Salí de mis recuerdos cuando llegué donde estaba mi amigo.

—¡Sabía que te encontraría aquí! —dije luego de llegar a la fuente que estaba frente a la bodega, Pablo me sonrío.

—Pensé que dormías —mencionó, mientras afinaba su guitarra.

—Acabo de llegar.

—Y por tu cara advierto que no te fue muy bien.

—En verdad no.

—¿Pero te deshiciste o no del compromiso? —me interrogó con curiosidad.

—Sí, Pablo los deshice y a su vez dejé muy en claro la demanda de mis afectos.

—¡Entonces hombre, quita esa cara, que eso es lo que importa! —exclamó con alegría y charrasqueo la cuerda de la guitarra, logrando que yo esbozara una sonrisa.

—Vamos a la bodega, necesitamos ponernos al corriente y que me hables de tu damisela, porque ya me contaron por ahí que tu corazón anda acelerado por una hermosa mestiza de aquellas tierras, y mientras me cuentas, entonamos una canción bajo el calor de unas buenas copas de vino —me ofreció, yo no me pude negar.

—¿Anhia, cómo está? No la he podido ver —le pregu
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