LAS LUCES DEL NORTE.
—Uno de los mejores lugares es en Groenlandia —mientras Arturo me narraba los colores de las luces del norte y los lugares donde se admiraban, una sensación extraña comenzó a recorrerme el cuerpo. Repentinamente, me hundí en extrañas imágenes que me llevaba a la hacienda los Álamos. Veía las luces de colores y el verde mezclado con el rojo incandescente que cubrían todo el cielo oscuro sobre la finca, acompañadas de brillantes ráfagas de luces azules, violetas y de un dorado brillante, tal como lo había descrito el conde y la voz de Adrián, pronunciando mi nombre, hizo que me levantara del banco.
—Me siento mal —le comuniqué a Arturo, pero aparentemente él ya lo había intuido.
—No te levantes —me ordenó y dando tumbos volví a sentarme ostentada por sus brazos.
—Esto va a pasar —me prometió. Sentí mareos y lágrimas que descendieron por mi mejilla sin que pudiera impedirlo. —No debí haberte ofrecido la absenta, fue muy fuerte para ti —no dije nada, solo quedé tranquila bajo sus