LA IRA LLEGA A LAS MANOS.

—¡Él no ama a esa mujer; es usted quien se empeña en metérsela por los ojos!

—¿Eso es lo que tú crees? ¡Qué ilusa eres! ¿No sabes que cuándo un hombre busca los favores de una mujer hace hasta lo imposible para lograrlo? Son capaces de bajarles hasta el cielo, y luego de que obtienen lo que desean, te botan como a un trapo viejo —Juliana, al escuchar aquellas palabras, salió llorando.

—¡Adrián no es así!

—Todos los hombres son de esta manera, incluyendo a mi hijo. Pobre de ti si caíste en sus promesas ¿O pensaste que Adrián realmente te querría a ti como su esposa en vez de a Eva? —Elizabeth soltó una risotada—. Mi hijo jamás te elegiría a ti y eso lo entenderías si vieras a Eva lo hermosa y refinada que es; de saberlo no te hubieras atrevido en poner los ojos en mi hijo; ella sí es digna de él, no una india como tú. Estefanía, tú nunca serás competencia para Eva y Adrián lo sabe —las declaraciones de Elizabeth comenzaron a atormentarme hasta el punto de perder la paciencia.

—¡Es uste
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