EL FANTASMA DE ANTONIO ÁLAMO.

El viento se apaciguó, Rodolfo se tumbó en su sillón y pasó sus manos por la sien, el padre lo contempló.

   —Rodolfo debes ser sincero conmigo —él subió el rostro.

  —Dime, ¿alguno de tus dos hijos presenta esta marca? —Rodolfo suspiró.

  —Ninguno de los dos —declaró sin titubear.

  —¿Estás seguro hijo mío?

  —Sí padre —Rodolfo lamentó recurrir al engaño, pero debía averiguar cómo funcionaba aquello; por otro lado, tenía las manos atadas, los Álamos se habían extinguido; su tío abuelo Diego no había dejado descendiente luego de que muriese su primogénito al nacer que llevaba por nombre Abel; luego su esposa no había podido concebir más y Julio Cesar había tenido a tres hijos, lue

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