CAPÍTULO 30
MI REINA.

Rania se recostó en la fría pared de la celda, contemplando los últimos momentos en su mente y ella supo que debía aprovechar la próxima vez que Samir viniera, eso sin antes alertar a Hakim sobre esta situación.

Ella se despertó por la mañana, no viendo a ningún guardia cerca, y toqueteó la reja con uno de sus anillos.

—¡Guardias… guardias…! —Ella pegó la cabeza a las rejas y vio la bandeja con su comida matutina, pero lo que menos quería, era comer.

—Rania… —levantó la cabeza de golpe, y realmente le sorprendió su visita.

—Señora Zulema…

La mujer respiró un poco mirando hacia los alrededores.

—Omar está con tu criada… —Rania abrió los ojos en la impresión, y sin poder ocultarlo, las lágrimas cayeron por sus mejillas. Sin embargo, las limpió de inmediato.

—¿Está mejor? ¿Se ha recuperado?

Zulema asintió.

—Está en mi habitación, tu criada, Laya, no se le despega en ningún momento.

A Rania la invadió un sollozo, y apretó su rostro como si en medio de la asfixia hubie
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