Ana entró al edificio con el pulso acelerado. Su respiración aún no se estabilizaba desde el encuentro con Julián. Marta caminaba detrás de ella, discreta pero firme, asegurándose de que nadie las siguiera.
El aire acondicionado del lobby la hizo estremecer. Todo le parecía irreal: los murmullos de los empleados, los ascensores subiendo y bajando, las risas de algunos compañeros que, ajenos a lo que acababa de ocurrir, seguían con su día normal.
No lo dudó. En lugar de regresar a su puesto, se dirigió directamente al ascensor que conducía al último piso. Pulsó el botón con fuerza y, mientras ascendía, trató de calmar su mente. Las palabras de Leonardo resonaban en su cabeza: “Descubrimos algo sobre él.”
Cuando las puertas se abrieron, el silencio de aquel nivel la envolvió. Era muy distinto del bullicio de los pisos inferiores. Caminó por el pasillo hasta llegar a la oficina principal. La puerta estaba entreabierta, y alcanzó a ver a Leonardo de pie junto a la ventana, hablando por te