El sonido de la puerta al abrirse hizo despertar a Ana, parpadeó un par de veces antes de darse cuenta de que seguía en el sofá, con la cabeza recostada sobre el hombro de Leonardo. Clara había entrado sin hacer ruido, cerrando con cuidado detrás de sí y dejando las llaves sobre la mesa.
—¿Y esto? —preguntó con una sonrisa traviesa al verlos juntos—. ¿Me perdí de algo anoche?
Ana se incorporó sobresaltada.
—¡Clara! No… no es lo que piensas.
Leonardo abrió los ojos lentamente, confundido por el tono de las dos mujeres.
—Buenos días —murmuró, frotándose el rostro.
—Buenos días—respondió Clara, alzando una ceja.
Ana le lanzó una mirada de advertencia.
—No malinterpretes, por favor. Pasó algo raro anoche.
—¿Algo raro? —repitió Clara, dejando su bolso sobre el mesón y acercándose—. ¿Qué pasó?
Ana respiró hondo, intentando ordenar los recuerdos de la noche anterior.
—La luz se fue como a medianoche. Después se escucharon pasos en el pasillo… y golpes en la puerta. Podría jurar que el que ha