REINA DE HIELO. CAPÍTULO 31. Una cuestión de semántica conveniente
REINA DE HIELO. CAPÍTULO 31. Una cuestión de semántica conveniente
Lo veo pasarse una mano por la cabeza, revolviéndose el cabello como si hubiera estado a punto de volverse loco en algún momento. Es difícil descifrar a un hombre como él, imagino que la primera emocióin que aprendió fue no mostrar ninguna. Pero esos ojos húmedos y un poco rojos dicen otra cosa.
—Estoy aquí, ¿no? —murmuro, tratando de no pasarme la lengua sobre los labios para volver a saborear su beso. ¡No se puede ser tan obvia, Almita!—. Ya me revisaron, estoy bien, y voy a seguir bien.
—¡De eso puedes estar segura! —exclama levantando un dedo acusador o impositivo, ya ni sé—. ¡Porque a partir de ahora vas a quedarte en mi departamento! ¡Punto!
¡Uff, qué bofetada mental acaba de darme!
Parpadeo, intento balbucear, honestamente no sé ni por qué, porque nada me sale hasta que una declaración muy sincera sale de mi boca.
—¡No voy a vivir contigo, Viktor! ¡¿Te volviste loco!? —exclamo y él se detiene, mirándome como si