REINA DE HIELO. EPÍLOGO.
REINA DE HIELO. EPÍLOGO.
Estoy oficialmente harta.
Del calor, del peso, de mis tobillos hinchados, de la panza que parece una montaña rusa de pataditas internas, y, sobre todo, de las personas que me dicen que estoy “radiante”. Estoy sudando como una atleta olímpica en pleno verano y no veo nada radiante en eso.
—¡Y no me vuelvas a decir que me veo tierna embarazada! —grito desde la sala, mientras intento levantarme del sillón con la dignidad de una foca prehistórica varada.
La pobre enfermera de casa sale huyendo como si la hubiera amenazado con una katana. Que, seamos honestos, no está muy lejos de la verdad. Si el tío Ren me la hubiera prestado, ya la habría blandido con dramatismo.
—¡¿Dónde está Viktor?! —grito al aire como si fuera una diosa nórdica.
—En reunión —dice Ruby, entrando con un gran bote de helado—. Te dije que no era buena idea quedarte sola, pero tú insististe en que fuera a hacer esa adquisición. Ahora te aguantas.
—¡Imposible! ¡Era una muy buena adquisición! ¡¿Pe