CAPÍTULO 19. Un instante para desatar a la bestia
CAPÍTULO 19. Un instante para desatar a la bestia
No hay un alma alrededor que no parezca incómoda. Las vendedoras de la tienda, y en especial el guardia de seguridad que se acerca a mí de inmediato.
—No te atrevas a tocarme —le advierto con el tono más gélido que puedo proyectar, y al parecer funciona porque el guardia vacila.
Su mirada vaga desde Anabella hasta mí, como si esperara una orden definitiva de parte de alguno de sus jefes, pero las vendedoras no se pronuncian.
Ya no soy alguien a quien se pueda vapulear sin consecuencias, aunque Anabella, con su habitual arrogancia, no parece captar el mensaje.
—¡Es su trabajo hacer lo que le digo! —exclama ella, señalándome como si fuera una cucaracha en su camino—. ¡Sáquela ahora mismo!
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —le pregunto y veo que aprieta los puños con impotencia—. ¿De verdad crees que te estás ganando un premio con Devon y la serpiente rastrera esta? Bueno, déjame felicitarte: te llevas un inútil tramposo, y no pue