14. CONFESIONES, ENCUENTROS Y MÁS PLEITOS

Después de dejar a los niños en el colegio fui al hospital y, a la hora del almuerzo, esperé a Fabián recargada a su auto en el estacionamiento. Cuando al fin se apareció, hablé sin darle oportunidad a decir nada.

—Tenemos que hablar —dije y me miró fijo.

—Pensé que nosotros no teníamos nada de qué hablar.

—Pues si no quieres no hablaré contigo, pero luego no te quejes —dije amenazando con irme.

—No, Ali, espera —pidió sosteniendo una de mis muñecas—, hablemos, por favor.

—Vamos a mi casa —pedí y asintió abriendo la puerta de su coche para llevarnos a mi hogar. 

Cuando llegamos me quedé helada. Yo no quería compartir eso que recién había obtenido con la persona que más daño me había hecho en la vida. 

Pero ya lo ha

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