—Vamos, mami —pidió Diego tomando mi mano—, yo si tengo hambre.
Fabián se dirigió a sus hijas preguntando si ellas tenían hambre. Ambas asintieron y yo inspiré más profundo. Necesitaba calmarme más, mucho más.
Liliana e Iliana tomaron las manos de su padre y caminaron con él al auto con tremenda sonrisa en el rostro. Su sonrisa desbordaba felicidad, eso me hizo feliz y me hizo sentir mal. Pensé que, tal vez, si no hubiese sido tan orgullosa aquella vez, si le hubiera dicho a Fabián que estaba embarazada, habría podido proteger a Liliana.
Pero justo en ese momento Diego jaló mi mano, sacándome de mis pensamientos.
Sonreí pensando que no me arrepentía, si eso hubiera sucedido, ese hermoso caballero no habría llegado a mi vida, y eso realmente no me hubiera gustado.
—Supongo que con que las cosas vayan bi