18. APARICIÓN INESPERADA

—No era la primera vez que veía a ese hombre —dije a los policías—, creí que era el padre de algún niño. 

Ellos pidieron una descripción del hombre, y que estuviéramos atentos a los teléfonos, por si era un secuestro y llamaban por un rescaté. 

Lloré de nuevo, un secuestro era lo peor que podía pasar.

«¿Y si les hacían daño?, ¿y si no querían dinero?, ¿y si jamás los volvía a ver?» 

Tantas posibilidades estremecieron mi alma empujándome a llorar aún más.

Un par de horas después mi teléfono sonó, pero no era un secuestrador, era Chío con tremendas noticias.

—Amiga, alguien ha estado investigando sobre Diego —dijo y me quedé helada—. Vino un hombre, dijo llamarse Damián Belmonte,

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