Elizabeth lo miró con tristeza, le tomó afecto al muchacho, pues le recordaba a sus hijos a quienes tenía lejos, era una fiel creyente de que en la vida cosechabas lo sembrado, y ella quería sembrar buenas obras, porque de esa manera sus hijos donde quiera que fueran, recogerían bondad y solidaridad del prójimo.
Le volvió a colocar la mascarilla.
—No te preocupes Matteo, yo estaré contigo, voy a cuidarte a partir de ahora, si no tienes problemas en aceptar una mamá postiza —pronunció en tono alegre, mientras él asentía conmovido.
De nuevo iba a quitarse la máscara de oxígeno y ella no se lo permitió.
—Luego hablamos de eso, ahora debes dejártela puesta, si quieres lograr tu pronta recuperación. Ahora, voy a ir a ver si ya reaccionó esa muchacha, Helena y vengo a informarte