La celebración por la alianza entre las manadas del Norte y del Este se extendía por el gran salón del territorio de Damián. Luces tenues iluminaban el espacio, mientras el aroma a vino de bayas silvestres y carnes asadas impregnaba el ambiente. Lilith observaba desde una esquina, con una copa entre sus dedos, cómo los miembros de ambas manadas confraternizaban en un ambiente que, por primera vez en décadas, parecía genuinamente cordial.
Damián se movía entre los invitados con la elegancia propia de un Alfa. Su traje negro resaltaba su figura imponente, y su sonrisa, aunque contenida, mostraba satisfacción por el éxito de la alianza. Lilith no podía evitar seguirlo con la mirada, recordando las noches anteriores en que sus cuerpos se habían encontrado en la intimidad de su habitación.
—Parece que no puedes quitarle los ojos de encima —comentó Nadia, acercándose a ella con una sonrisa cómplice.
Lilith dio un sorbo a su copa, ocultando su expresión.
—Solo verifico que todo esté en orden