El reflejo en el espejo le devolvió una mirada que ya no reconocía como propia. Lilith contempló su transformación con una mezcla de satisfacción y nerviosismo. El vestido negro se adhería a su cuerpo como una segunda piel, con un escote que descendía peligrosamente hasta la mitad de su espalda. La tela, semitransparente en lugares estratégicos, dejaba entrever la lencería de encaje rojo que llevaba debajo, un contraste deliberado que simbolizaba la sangre y el poder que ahora corría por sus venas.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Maya, su fiel amiga, mientras le ajustaba uno de los tirantes—. Vas a causar un infarto colectivo.
Lilith sonrió, aplicando una última capa de labial rojo intenso.
—Esa es precisamente la idea. Si voy a entrar en la boca del lobo, lo haré bajo mis términos.
El vestido había sido una elección calculada. La gala anual de la manada era el evento más importante del año, donde todas las jerarquías se reunían en una demostración de poder y estatus. Donde ella, añ