*RECHAZADA POR EL ALFA, MARCADA POR SU ENEMIGO
*RECHAZADA POR EL ALFA, MARCADA POR SU ENEMIGO
Por: Haily
LA LUNA NO ME ELIGIÓ

La luna de sangre se alzaba sobre el Claro del Juicio, enorme y despiadada, tiñendo el bosque de un rojo antinatural. El aire olía a hierro y resina, a destino y condena. Todas las manadas del Territorio Norte estaban reunidas, formando un círculo perfecto alrededor de la piedra sagrada.

Allí, de rodillas, estaba yo.

El vestido ceremonial blanco se me pegaba a la piel por el frío nocturno. La tierra húmeda manchaba el dobladillo, pero no me moví. No podía. El vínculo ardía en mi pecho como una herida abierta, latiendo al ritmo de un corazón que ya no me pertenecía del todo.

Kael Blackfang estaba frente a mí.

Mi alfa.

Mi pareja destinada.

Mi condena.

Durante años había imaginado este momento: la luna revelando nuestro lazo, su mirada suavizándose al sentirme, el reconocimiento que toda loba espera. Soñé con orgullo, con pertenencia, con hogar.

Nada de eso ocurrió.

—Lyria Moonvale —pronunció el Anciano Mayor, su voz temblando con la gravedad del ritual—. La luna ha hablado. El vínculo ha sido revelado. Es momento de que el alfa decida.

Un murmullo recorrió la multitud. Sentí cientos de miradas clavarse en mí: curiosidad, desprecio, lástima. Los omegas bajaban la cabeza. Los guerreros observaban con dureza. Nadie sonreía.

Kael dio un paso al frente.

Su presencia aplastó el aire. Alto, imponente, con ojos negros como una noche sin estrellas. Era el hombre al que había amado en silencio desde que tenía memoria. El hombre que me había salvado una vez, años atrás, cuando era solo una loba torpe atrapada en una tormenta.

Pero el Kael que me miraba ahora… no era ese hombre.

—Antes de que este vínculo sea aceptado —dijo, con voz firme—, hay asuntos que deben ser juzgados.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿Qué asuntos? —pregunté, incapaz de contenerme.

El anciano frunció el ceño, pero Kael levantó la mano para silenciarlo.

—Lyria Moonvale —continuó—, te acuso de traición contra tu manada.

El mundo se inclinó.

—¿Qué…? —Mi voz salió rota—. Eso no es verdad.

—Se encontraron pruebas —intervino uno de los consejeros—. Mensajes. Rutas. Información entregada al enemigo.

Negué con la cabeza, desesperada.

—¡Eso es mentira! Nunca haría algo así. Esta es mi manada. Es mi hogar.

Busqué los ojos de Kael, esperando ver duda. Confusión. Algo.

No encontré nada.

—Tres patrullas emboscadas —dijo él—. Guerreros muertos. Todo después de que tú tuvieras acceso a los mapas.

Cada palabra era un golpe.

—Alguien me está incriminando —susurré—. Kael, por favor. Tú me conoces.

Por un instante, algo pareció cruzar su mirada.

Pero desapareció tan rápido como llegó.

—La luna no se equivoca —declaró—. Y yo no puedo permitir una traidora a mi lado.

El vínculo ardió con violencia, como si mi lobo gritara dentro de mí.

—Por el poder que me otorga mi sangre y mi posición como alfa —anunció Kael, alzando la voz—, te rechazo como mi pareja destinada.

El dolor fue inmediato.

No fue solo emocional. Fue físico. Brutal. Sentí como si me arrancaran algo del pecho, como si mi alma se desgarrara en dos. Grité. No pude evitarlo. Mis manos se clavaron en la tierra mientras lágrimas ardientes corrían por mi rostro.

Mi lobo aulló en mi mente, herido, confuso, furioso.

La multitud observaba en silencio.

Nadie intervino.

—Desde este momento —continuó Kael, con una frialdad que me heló la sangre—, Lyria Moonvale queda desterrada del Territorio Norte. Sin manada. Sin nombre. Sin protección.

El anciano golpeó la piedra con su bastón.

—Así se ha decidido.

Caí hacia adelante, vencida. El mundo se volvió borroso. El rojo de la luna parecía sangrar sobre nosotros.

Pensé que ese sería el final.

Pero no lo fue.

Algo se movió dentro de mí.

Una sensación distinta al dolor. Más profunda. Más antigua. Un calor oscuro que despertó en mis venas, respondiendo a la humillación, a la injusticia, a la traición.

La luna de sangre brilló con más intensidad.

Un viento extraño recorrió el claro, haciendo que los árboles crujieran. Algunos lobos retrocedieron, inquietos.

Desde el borde del bosque, entre las sombras, unos ojos plateados observaron la escena.

No eran de un lobo común.

Eran conscientes. Calculadores.

Y una voz grave, cargada de promesas y peligro, susurró en la oscuridad:

—Una loba rechazada… es la más peligrosa de todas.

Yo aún no lo sabía.

Pero mi verdadera historia acababa de comenzar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP