26

No reconocí mi reflejo en el charco de agua que Selene dejó en mi jaula.

Delgada. No flaca—esquelética. Costillas visibles a través de la piel manchada. Cabello negro opaco, sin vida, cayendo en mechones enredados. Ojos hundidos con ojeras moradas. Cicatrices por todas partes. Algunas de plata. Otras de... otras cosas.

Tres semanas.

Veintiún días en el infierno.

Había arrancado lobos de seis prisioneros. Seis. Cada uno gritando. Cada uno suplicando. Cada uno rompiéndose bajo mis manos.

Od

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