La noche se cernía sobre la ciudad con la quietud que solo los momentos previos a la tormenta podían traer. En las calles vacías, los coches de lujo avanzaban hacia el centro, sus faros iluminando brevemente el camino antes de desaparecer en la oscuridad. En la mansión de Omar Millán, los murmullos de la familia se convirtieron en gritos a medida que la verdad se filtraba en cada rincón. El imperio, que se había edificado sobre secretos, traiciones y la muerte, ahora tambaleaba bajo el peso de las pruebas expuestas.
Dentro de la mansión, la situación ya era crítica. La noticia de las filtraciones llegó rápidamente a todos los rincones de la familia. Omar estaba sentado frente a su escritorio, mirando la pantalla del ordenador como si pudiera cambiar lo que ya estaba fuera de su control. La prensa, los fiscales, y los rivales en la industria comenzaron a mover piezas en un tablero que nunca había sido tan vulnerable.
Oscar, vestido con su traje oscuro, entró sin llamar, rompiendo la ca