Noe despierta abruptamente, se gira a ver el despertador que yace en su mesita de noche y se da cuenta que era demasiado tarde. De un salto sale de la cama, enredándose a su paso con las sábanas que la hacen casi caer de culo. Corre al baño, para una ducha rápida y a lo diez minutos está de nuevo en su habitación vistiéndose. Unos jeans negros, una camiseta con alguna banda de rock inglesa impresa en el frente, botas de motociclista y una chaqueta de cuero fue el atuendo elegido. Sale sin aminorar el paso del apartamento hasta su Duckatti y en menos tiempo de lo que le toma en general, llega a la estación de policía.
—No sabía que te gustaban los strippers —entona con sarcasmo Soria en cuanto la ve cruzar las puertas de la comisaría.
—¿Qué? —suelta ella con el ceño fruncido y desorientada por lo que su compañero decía.
—Estas en problemas, niña —bromea Soria sonriente.
—¿De qué carajo hablas?
—De lo que pasó anoche. Te están esperando —le señala la sala donde se juntan todos para las