Alex sale de su trabajo antes de terminar el horario para ir a buscar a su hija y así llevarla al hospital a ver a su madre, era el día de San Valentín y por más que Lina no estuviera despierta y consciente de su visita, iban a ir de todas formas pasar el tiempo con ella. Aye entra en la habitación con un oso panda casi de su misma estatura, detrás de ella entra Alex con un ramo de rosas negras, el cual había encargado que le trajeran desde Chipre desde hace una semana atrás. Aye pone el oso a un lado de la cama y se sienta tomándole la mano a su madre. Alex deja las flores en una mesita a un lado de la habitación y se acomoda al lado de Aye, ambos mirando a Lina sobre la cama con los ojos cerrados como si estuviera dormida.
—Crees que va a despertar pronto? —le pregunta a su padre.
—Estoy seguro que despertará pronto —responde Alex volcando toda su fe en eso.
—Yo también —afirma la niña convencida—. ¿Está engordando? —cuestiona Aye mirando el estómago de su madre.
Alex mira a su hija