Tony dormía muy plácido, ocupando todo el espacio que le brindaba su cama hasta que alguien más ocupa parte de ese espacio obligándolo a acurrucarse. Soria o Nico como opta y obliga a los demás a llamarlo, se acomoda junto a él y, con suaves y delicados besos comienza a sacarlo de su profundo sueño. El boricua empieza a moverse cuan si fuera un gato cuando lo están acariciando y eso hace sonreír a Nico, pero no deja de hacer su acto para despertarlo.
—Es hora de levantarse —le susurra al oído.
—Mi despertador no sonó, así que no es hora todavía —dice con voz somnolienta.
—Si; es hora —acota Nico—. Te preparé el desayuno —le hace saber.
—Que lindo de tu parte, pero déjame dormir un rato más.
—No, quiero que desayunes conmigo —insiste él—. Ven —dice tirando de Tony para que salga de la cama.
—Solo un rato más —protesta el boricua.
—Vamos —dice, sin dejar de tirar de él.
—Más vale que sea un gran desayuno —se queja Tony acatando la orden de Nico.
—Lo es.
A regañadientes, Tony s