—¡Federico, devuélveme a mi hija!
El grito desgarrador de Ellyn rebotó en las paredes del parque, cargado de una furia casi animal.
Su voz no era la de una mujer cualquiera: era la voz de una madre desesperada, a punto de estallar.
Asha, en brazos de Federico, comenzó a llorar de inmediato, como si su cuerpecito sintiera el miedo que envolvía el ambiente como un vapor espeso.
—Mami... —balbuceó la niña, sollozando entre hipidos—. Mami está enojada...
Ellyn corrió hacia ellos, sin importarle la gente alrededor ni la forma en la que su cuerpo temblaba.
Tomó a la niña en sus brazos con fuerza, como si tuviera miedo de que se la arrebataran otra vez, y la estrechó contra su pecho.
—No, mi amor, mami nunca está molesta contigo, ¿sí? —susurró, con la voz quebrada, acariciando con torpeza los cabellos rubios de su hija—. Nunca contigo, mi cielo.
Asha tiritaba, y sus lágrimas empapaban el cuello de la blusa de su madre. Ellyn la mecía suavemente, como si pudiera calmar el caos dentro de sí mis